"Los medicamentos no curan" es una sentencia que repiten cada día los sanergistas. "El cáncer son sentimientos de rabia, de odio, de envidia, si no crees en la enfermedad nunca la tendrás", es una afirmación que es parte de sus convicciones.
Acudimos a una de las últimas conferencias de Alessandro di Massi. Este italiano se autodenomina el creador de la Sanergía, es decir una "ciencia" para curar cualquier cosa mediante energías.
El aforo está lleno, más de 500 seguidores aplauden al gurú que comienza diciendo lo siguiente: "Cuando finalice esta conferencia tú no tendrás nunca cáncer, si yo te digo que nunca vas a tener cáncer, nunca lo tendrás, es cuestión de creer".
Durante el sermón asegura que Pau Gasol es alto porque el quiso, sino no se puede entender como sus padres miden tan sólo un metro cincuenta. Y muchas frases más como por ejemplo que los enfermeros y médicos " a través de los medicamentos lo único que hacen es ponernos peor."
Los sanergistas que siguen su método ya son más de mil, con un curso de tan sólo cinco días nos aseguran que curan un cáncer terminal en tan sólo seis sesiones por 495 euros. Dice que ha curado a más de 300 personas que estaban desahuciadas gracias a la "conexión".
Más de cien mil seguidores que escuchan su oratoria en la que dice que "si mi madre tuviese un bulto jamás la llevaría a un hospital", porque para ellos el cáncer no es una enfermedad sino una creencia, para finalizar: dicen que una persona de 40 años ha padecido de media 500 cánceres en su vida, pero que como no ha sido consciente de ellos no le han hecho daño...sobran las palabras.
¿ESTAMOS REALMENTE ENSEÑANDO CIENCIA?:
-LA
SANERGIA-
Las enseñanzas
con contenido científico tienen un papel –si bien, no demasiado importante– en
nuestro sistema educativo. Pero, los que nos dedicamos a la enseñanza de la
ciencia, ¿estamos realmente consiguiendo enseñar ciencia o sólo transmitiendo
algunos conocimientos científicos?
La definición de
ciencia sería algo semejante a esto:
La
observación, identificación, descripción experimental, investigación y
explicación teórica (y posterior publicación de los resultados obtenidos) de los
fenómenos naturales.
Hay que notar que
los sustantivos utilizados en esta definición derivan de verbos: observar,
identificar, describir, investigar y explicar (y publicar). Esto sugiere
claramente que la ciencia es más un proceso que un cuerpo de conocimientos
establecido. El conocimiento adquirido a través de la experiencia sería así sólo
la segunda acepción de ciencia.
La actividad
científica exige honestidad, objetividad, respeto por los hechos probados y sus
implicaciones, comunicación, consideración de las evidencias en contra, y una
saludable falta de respeto por la autoridad. Los científicos estamos
constantemente pensando en qué es lo que sabemos, qué hechos apoyan nuestras
teorías y nuestros conocimientos y qué evidencias los contradicen. Es con esta
actitud con la que se ha desarrollado lo que ahora llamamos ciencia, una forma
de relacionarnos con la naturaleza que ha demostrado tener un éxito fantástico.
Deberíamos ayudar a los estudiantes a descubrir esto por ellos mismos o, al
menos, recordárselo con cierta frecuencia. Porque, además, hay que enfatizar que
los valores de la ciencia son también los valores de la democracia. No es por
casualidad que la ciencia y la democracia se hayan desarrollado al mismo tiempo
(en la Inglaterra pre y post Revolución Industrial) y que, en muchas ocasiones,
las mismas personas (por ejemplo, Benjamín Franklin) desarrollaran ambas a la
vez (Journal of Chemical Educaction, abril 2009, p. 411).
Todo lo anterior
viene a cuento de si se ha conseguido formar una ciudadanía capaz de analizar
con cierta aproximación científica situaciones desconocidas.
Acaba de caer en
mis manos un folleto titulado ‘Sanergía’ (que parece ser una marca registrada) y
subtitulado ‘El futuro quántico de la Sanación’. Sólo con leer estos título y
subtítulo, ya sé que se trata de un asunto con una base científica muy débil,
por no decir nula. Todas las actividades de pseudociencia (homeopatía,
telekinesia, dobladores de cucharas, echadores de cartas, astrólogos,
acupunturistas y un largo, largo, etc.) utilizan un lenguaje supuestamente
esotérico, trufado de palabras que parecen científicas, pero que, en realidad,
no significan nada. En la definición de Sanergía aparece:
‘Sanergía:
Energía generada por nuevas frecuencias que aparecieron en el universo después
del último salto quántico, facilitando la sanación a través de las
energías’.
Esta definición
no sólo no tiene ningún sentido sino que está mal construida en castellano (lo
que, por otra parte, no podía dejar de suceder, pues los idiomas no están
diseñados para mentir). Al parecer el ‘Salto quántico impresionante se produjo
en 1989, de tal manera que algunas personas desarrollaron capacidades de
sanación y de auto sanación asombrosas’. Y fue un investigador ítalo-belga -con
nombre de pega– el que potenció estas capacidades.
Así, sanergía
suena a energía, a energía relacionada con la sanación. Dudo que los autores de
este panfleto conozcan otras palabras como entropía, más adecuada a lo que ellos
pretenden, o entalpía, con lo que podríamos tener, por el mismo precio que una
sanergía, una santropía y una santalpía. Por otro lado, el calificativo de
quántico (así, en vez del término científico cuántico) suena más arcaico (y,
posiblemente, en opinión de los que han elaborado este opúsculo, más auténtico),
dudo mucho que tenga nada que ver ni con el futuro ni, mucho menos, con la
sanación.
Pero no es el
título lo peor. En estas hojas impresas nos informan, por decirlo de alguna
manera, de que:
‘Al inicio de una
sesión tu sanergista te inicia en estas energías tan tangibles, las cuales
seguirán actuando para siempre después del final de la visita. Se producirá un
cambio en tu ser, pues ahora estarás conectado a una nueva frecuencia a un nivel
indescriptible.’
Y tan
indescriptible: pura palabrería. Se han inventado una nueva profesión, la de
sanergista, que es nada menos que la el licenciado en el Centro de Investigación
Bioenergética de España. Casi nada. No se les ocurra buscar este centro en
Internet. Sencillamente, no existe (lo cual, es casi un consuelo, visto lo que
viene después).
El sanergista en
cuestión se ofrece a ‘Sintonizarse con el Universo en un Salto Quántico en
Concienciación’ y de paso aumentar su ‘vibración’ en sólo seis sesiones al
módico precio de 333 euros (lo que significa que cada sesión cuesta el nada
módico precio de 55,5 euros).
Todo el panfleto
es un puro delirio de frases sin sentido entreveradas de términos científicos
que sólo pueden confundir a quien no tenga ninguna formación científica. Pero en
el caso de este panfleto la cosa es mucho más grave, pues estos supuestos
sanadores hablan de desprogramar enfermedades graves, algunas muy graves, y, por
tanto, se trata de dar falsas esperanzas a personas que pueden estar aquejadas
de estas enfermedades y hacerles perder un tiempo que puede ser precioso para
una curación real (además de obtener su dinero, que probablemente sea lo de
menos). Los pacientes tienen que rellenar además un cuestionario personal sobre
sus antecedentes médicos, lo que puede constituir un grave problema de
circulación de datos médicos que sólo deberían ser conocidos por los médicos
autorizados para ello y con una deontología profesional contrastada.
¿Cómo pueda cualquier persona con cierta
formación saber que se encuentra en presencia de un fraude científico? La
efectividad de los diferentes tratamientos médicos se deben demostrar a través
de lo que se denominan ‘pruebas doble ciego’. Por ejemplo, cuando se trata de
estudiar la efectividad de un posible medicamento, frente a un placebo, tanto
los pacientes que intervienen en el experimento –algunos de los cuales reciben
el medicamento, mientras que otros sólo reciben un placebo–, como lo médicos que
hacen el seguimiento del mismo, deben desconocer quienes están recibiendo el
medicamento y quienes no. De aquí la denominación de doble ciego. El simple
hecho de que el médico conozca que un paciente está recibiendo el tratamiento
–aunque éste lo desconozca– puede transmitir inconscientemente información que
haga que el paciente se sienta mejor. Deben ser personas diferentes del paciente
y del médico las que realmente sepan qué paciente está recibiendo la medicación
con la que se está experimentando y quiénes el placebo (Skeptic,
volumen 14, número 4, p. 6).
¿Han seguido los sanergistas este protocolo
de doble ciego como para poder afirmar que curan enfermedades? Permítanme que lo
dude. No puedo ni llegar a imaginar cómo sería el tratamiento placebo en estos
casos, pues me temo que sería indistinguible del que tratan de vender (razón por
la cual estos sanergistas pueden estar consiguiendo algunos resultados que luego
intentarán pasar como mérito suyo, cuando en realidad serán el porcentaje de
éxito de los placebos de todos los tratamientos de este tipo, como la acupuntura
o la homeopatía) ¿Están nuestros ciudadanos preparados desde un punto de vista
científico como para analizar lo que esta propaganda de falsos sanadores
implica? Estoy seguro de que la mayoría rechazará este tipo de actividades, pero
más por razones que tienen que ver con la intuición que con la racionalidad. Es
en este sentido en el que creo que no estamos teniendo éxito en la enseñanza de
la ciencia.
Se podrá pensar que hacer propaganda de estas
organizaciones de falsos sanadores es peor que ignorarlos. Pero tenemos que
enseñar a nuestros alumnos, aplicando el método científico, cómo analizar estos
casos también, no sólo los ejemplos que vienen en los libros, discutir con ellos
cómo desmontar con razones científicas estos fenómenos –que abundan– y cómo
desenmascararlos. Además, estoy seguro de que hay países en los que este tipo de
organizaciones no pueden actuar. Aquí parece que pueden funcionar sin problemas
y no deja de sorprenderme esta situación y de preocuparme las posibles
consecuencias que para la salud de los ciudadanos pueden tener estas
actividades.
Julio Güémez Ledesma
( Director del Aula de la Ciencia de la
Universidad de Cantabria)