¿EL ARTE DE VIVIR?............A COSTA DE LOS DEMÁS
¿Quién es Sri Sri
Ravi Shankar?
La herencia de
Maharishi
En febrero de 2008,
el entierro de Maharishi Mahesh Yogi acabó por despejar las dudas sobre la
naturaleza de sus enseñanzas a quien todavía pudiera tenerlas. Falleció en
Holanda, pero sus restos fueron trasladados a orillas del Ganges para recibir
el homenaje que correspondía a lo que en verdad era, un gurú hindú. Su
criatura, Meditación Trascendental (MT), era un vehículo de transmisión de su
religión, el hinduismo, en Occidente, disfrazado de técnicas de meditación para
combatir el estrés.
Su presentación como
técnica ajena a cualquier religión atraía personas y abría puertas que hubieran
permanecido cerradas ante algo con etiqueta religiosa. Pero, en realidad, el
“estrés” del que liberaba no era para Maharishi otra cosa que el karma hindú
–la carga negativa acumulada tanto de la actual como de pasadas vidas-, y
justificaba su posición ante sus correligionarios diciendo que “Occidente
todavía no está preparado para la verdad”.
Una personalidad como
de la Maharishi difícilmente puede preparar un sucesor con el mismo empuje. MT
tiene un sucesor al frente de su entidad –Maharaja Nader Raam-, pero
posiblemente su principal continuador haya que verlo fuera de esa institución.
Sri Sri Ravi Shankar se inició con Maharishi Mahesh Yogi, pero pronto le
abandonó para crear su propio grupo, El arte de vivir (AV).
Ravi Shankar está
mostrando el mismo empuje que Maharishi tuvo en los años 70, y AV se ha
convertido en el gurú que más dinero controla desde su institución. Ha podido
hablar en lugares tan insólitos como el parlamento etíope o Iraq, e incluso ha
visitado Pakistán, algo verdaderamente insólito para un personaje de este tipo.
A la vez, es difícil encontrar alguien sobre quien se emitan valoraciones tan
dispares.
Para unos, es una
verdadera encarnación de un santón de la India; para otros, alguien que ha dado
con algo verdaderamente útil para el acelerado hombre moderno, o bien un
charlatán que sólo vende humo a quien se deja engañar, un actor que sólo busca
ganar dinero con un show que no se diferencia mucho de vender un elixir
milagroso, un exponente del New Age o simplemente “otro gurú oriental”.
De ahí que surja la
pregunta: ¿quién es realmente Sri Sri Ravi Shankar? ¿Encaja en alguna de estas
etiquetas, es una mezcla de todo esto o es algo distinto? Lo cierto es que no
resulta fácil responder por lo resbaladizo del personaje, pero intentaremos dar
una respuesta, utilizando la vía que a mi juicio es más clarificadora a este
respecto: la comparación con su maestro, Maharishi Mahesh Yogi.
Una primera semejanza
radica en lo más aparente: la imagen. Maharishi, en los años 60 y 70, adoptó
una estética bastante al gusto de lo que entonces era la modernidad hippy, con
un aspecto de hombre tranquilo que ha encontrado la paz. Shankar la ha adaptado
a la mentalidad actual, de forma que se presenta como el hombre tranquilo que
ha encontrado el secreto de la salud, tanto física como mental. Tanto en uno
como en otro la imagen se ha cuidado hasta el extremo, de forma que es poco
menos que imposible saber a ciencia cierta quién se oculta tras el estereotipo
mostrado.
Shankar, nacido en
1956, continuamente presume de tener más edad de la que aparenta, aunque lo
cierto es que, sin el “arreglo” con el que se deja ver –sobre todo, con la
barba teñida de negro-, aparenta la edad que tiene. Más difícil de creer es que
duerma tres horas al día y que su estado interior sea el de un niño, como
también manifiesta con frecuencia. Lo único que se puede concluir con certeza
es que todo esto es fruto de una cuidadosa operación de imagen, airada una y
otra vez por una propaganda incesante.
Más importante es la
presentación, no ya de la persona, sino del “producto”. Maharishi ofrecía una
sencilla meditación en la que, en un principio, se trataba de repetir unas
palabras que permitían al sujeto armonizar su interior. El yogui aseguraba que
era una técnica sin significado religioso, pero en realidad las palabras eran
términos sánscritos con significado religioso (se defendía diciendo “pero no
para los meditantes”). Shankar ofrece unas técnicas respiratorias con las que
se puede eliminar el estrés y sentirse bien.
En principio las
técnicas de respiración no tienen idioma ni religión, pero los dos coinciden en
el objetivo –el estrés-, y es más significativo de lo que parece a primera
vista que Shankar hable de “arrojar fuera” el estrés. Se refiere al mismo como
si fuera no tanto un estado anímico o nervioso, sino como algo con una cierta
entidad propia que uno lleva dentro y que debe expulsarse mediante la debida
técnica. O sea, de modo más disimulado aún que en Maharishi, nos encontramos de
nuevo con el karma hindú, debidamente presentado con un estudiado envoltorio
occidental y aséptico.
Otra característica
común es lo esquivos que se han mostrado ambos cuando se les pregunta por el
carácter religioso de su enseñanza. La salida más frecuente es decir que se
trata de cosas perfectamente compatibles con cualquier religión, de forma que
quien atienda sus cursillos no tiene ninguna necesidad de abandonar su
religión. La respuesta tiene su truco. Para un occidental, decir que algo es
compatible con cualquier credo religioso connota que se trata de algo no
religioso por ser “neutral”.
Para un hindú eso no
es así. Las religiones orientales son bastante sincretistas: tienden a ver como
asimilable todo lo que viene de otra parte. Aunque, claro está, asimilable no
es lo mismo que compatible. Por eso lo que sucede es que cualquier otro credo
se ve desfigurado en sus contenidos, aunque se mantenga en lo posible su
terminología. Con respecto al cristianismo, por ejemplo, se puede mantener la
afirmación de la divinidad de Jesucristo… sólo que en el mismo sentido en que
es divino el gurú de turno. Y, sobre esto último, conviene fijarse en el título
adoptado por Shankar.
La vida de un gurú
“Sri” significa
“señor”, y el líder de AV afirma que su repetición obedece al deseo de
distinguirse del músico llamado Sri Ravi Shankar. Pero lo cierto es que podía
haber marcado la diferencia de muchos modos, y la repetición del término lo
convierte en un superlativo utilizado para referirse a la divinidad. De hecho,
hay testimonios suficientes de que, dentro de su organización, Shankar es
aclamado como lo que en realidad quiere ser: un líder religioso divinizado por
sus seguidores. También aquí hay un paralelismo con Maharishi.
Todas estas
semejanzas, claro está, no son casualidad. Shankar estuvo poco tiempo con
Maharishi, pero el suficiente para aprender bien la sustancia de MT. Su
semblanza oficial –una verdadera hagiografía- señala que Shankar ya sabía de
memoria el Bhagavad Gita –el largo poema que constituye el principal de los
escritos védicos- a los cuatro años. Pero su hermana no tiene empacho en
declarar que detesta la lectura: “Nunca ha leído un libro; lee una página y ya
se queda dormido”. ¿Dónde ha aprendido, pues? Sólo cabe una respuesta: de
Maharishi. Los dos han demostrado ser sujetos inteligentes y astutos. Los dos
han demostrado ser ególatras. Por eso no podían estar juntos mucho tiempo.
Shankar, cuando
estimó que ya había aprendido lo suficiente, se fue. Por los testimonios
familiares que conocemos, lo que mostró desde la infancia no era un
conocimiento del Bhagavad Gita, sino una ambición desmedida, una buena
inteligencia y un temperamento audaz, que le impulsaba a arriesgar para
conseguir lo que quería. Dejó los estudios –con esa afición por la lectura no
es de extrañar-, dejó su primer trabajo, dejó a Maharishi… y acabó saliéndose
con la suya.
En Occidente, con
frecuencia, las organizaciones religiosas venidas de la India son catalogadas
como sectas, como movimientos new age o como negocios, y se les aplican los
correspondientes esquemas, que suelen ser incompletos, cuando no simplemente
falsos. Lo que más raramente se hace es algo que resulta muy esclarecedor al
respecto: ver qué se piensa en la India. AV tiene su sede principal en las
afueras de Bangalore. Allí tiene su ashram, sólo que no coincide con la idea
tradicional que evoca este término, la de una finca en la que se encuentra una
comunidad monástica o semimonástica que vive de la tierra (en régimen vegetariano).
Incluye una zona
residencial con un lago artificial, helipuerto, grandes comedores, cibercafés,
librería, farmacias, y la sede de un canal de radio difundido por satélite.
Pero lo más llamativo es que no se trata de un caso aislado. Otras organizaciones,
algunas desconocidas fuera de la India y otras bien conocidas (Osho, ISKCON),
mueven mucho dinero, y AV figura en cabeza. La entrada a las festividades
anuales del grupo cuesta cinco mil rupias. La clientela más buscada es la nueva
clase económicamente desahogada creada con el rápido crecimiento económico en
la India.
Aquí es donde se ve
con más claridad que las técnicas de respiración no van solas. Lo que se
ofrece, de una manera u otra y en todas partes, es solaz y meditación. Las
declaraciones mismas de Shankar, si se examinan detenidamente, incluyen la
meditación en su oferta. Como ocurre en MT con los breves mantras, los
ejercicios respiratorios no son más que el principio. ¿De qué? Pues de algo que
se puede resumir con una sola palabra: yoga.
En la India no se
ponen objeciones a que montajes religiosos ganen millones de dólares, y menos
aún cuando, como suele ocurrir –y AV no es una excepción-, financian algunas
obras asistenciales y educativas. En 2005, una santona de Kerala, Amma Amritanandamayi,
se permitió el lujo de donar un millón de dólares para los damnificados del
huracán Katrina en Estados Unidos. Cuando los precios son altos o incluso
disparatados, tampoco se oculta.
A la entrada del
ashram de un gurú llamado Baba Ramdev hay un gran cartel que dice: “Miembro
ordinario: 11.000 rupias; miembro de honor: 21.000 rupias; miembro especial:
51.000 rupias; miembro de por vida: 100.000 rupias; miembro reservado: 251.000
rupias; miembro fundador: 500.000 rupias” (diez mil rupias equivalen a unos 250
dólares).
No se suelen poner
reparos a que la vida de estos maestros pueda estar rodeada de lujo. Lo que sí
se cuestiona, y mucho, es la autenticidad de los gurúes y sus movimientos. Sin
algo parecido a una iglesia que controle de alguna forma a los “hombres de
Dios”, cualquiera puede instalar su tienda. Y hay de todo: desde verdaderos
estudiosos que viven lo que enseñan, hasta embaucadores que prácticamente no
han invertido ni un minuto en meditación yóguica. Ravi Shankar no se ha librado
de la polémica. Tiene enfervorizados seguidores que le veneran como un ser
divino, y tiene detractores que le ven como el prototipo de curandero
charlatán, un “tranquilizante de ricos” que ofrece “conciencia cósmica en
cuatro fáciles lecciones”; en resumidas cuentas, un timo.
¿Cuál es la realidad?
Es cierto que ha aprendido algunas técnicas de su mentor Maharashi, pero
también lo es que difícilmente puede dedicarse en serio a la meditación quien
se muestra incapaz de dedicar un cuarto de hora a la lectura. Además, como
sucedía con Maharishi, se echa en falta el poder ver o conocer algo más del
personaje que una cuidadosa puesta en escena.
¿Es una religión?
De todas formas, por
poner un ejemplo comparativo, si encontráramos una academia de idiomas que
promete milagrosos dominios del inglés en cuatro meses y sin esfuerzo, lo
cierto es que, bien o mal, lo que enseña es inglés. Por su parte, lo que
propaga Shankar, ¿es o no una religión? Cuestionado sobre ello, hace gala de
una calculada ambigüedad: su respuesta es que no se trata de religión, sino de
espiritualidad.
Esto tiene un muy
buen cartel en una sociedad occidental en la que muchas personas quieren lo que
podríamos denominar efectos benéficos de la religión en el espíritu, pero sin
religión, sin el compromiso moral con una fe y unas normas morales. Se crea así
una demanda de sosiego espiritual tomado como un producto de mercado más. Quien
lo ofrezca con poco esfuerzo y sin compromiso tiene atractivo, y para muchas de
estas personas el coste económico es lo de menos, de forma que pagan con gusto
los 375 dólares que cuesta el curso semanal (22 horas) de respiración de Ravi
Shankar.
Eso sí, hay que
hacerlo bien, con un buen marketing, pues hay bastante competencia en un
mercado que, sólo en Estados Unidos, mueve seis mil millones de dólares al año.
Ahora bien, una cosa es cómo se mira en Occidente, y otra en Oriente. Shankar
afirma que las religiones son como la piel de banana, mientras que la
espiritualidad es la banana misma, lo comestible. Esto coincide bien con la
visión que se tiene desde el hinduismo de las iglesias cristianas y otras
religiones.
El hinduismo no tiene
una estructura centralizada, ni un credo o una moral perfectamente
establecidos. Tiene una colección de escritos antiguos, unas cuantas ideas
comunes que se desprenden de los mismos, unos maestros que surgen, vienen y
van… y una meditación. Cuando Shankar desprecia como una cáscara inútil la
organización que tienen otros, está haciendo una apología de su propia
religión.
¿Hinduismo o New Age?
Ahora bien, ¿se trata
de hinduismo o de un exponente de new age? La clave es lo que hay que entender
por yoga. Está muy extendida la idea de que se trata de una técnica de
relajación, o una técnica de meditación cuyo contenido puede ponerlo cada uno a
su gusto, siendo así compatible con cualquier creencia. En una palabra, método,
no sustancia. Sin embargo, basta con leer el capítulo 6º del Bhagavad Gita para
desmentirlo. Ya al principio se lee lo siguiente: “Lo que se denomina renuncia,
debes saber que es lo mismo que el yoga, o el vincularse con el Supremo, ¡oh,
hijo de Pandu!, porque jamás puede uno convertirse en yogui, a menos que
renuncie al deseo de complacer los sentidos” (n.2).
La relajación
corporal no se contempla aquí como un fin en sí mismo, sino como un medio para
algo de otro orden: “Uno debe mantener el cuerpo, el cuello y la cabeza
erguidos en línea recta, y mirar fijamente la punta de la nariz. De ese modo,
con la mente tranquila y sometida, libre de temor y completamente libre de la
vida sexual, se debe meditar en Mí en el corazón y convertirme en la meta
última de la vida” (nn.13-14).
En el hinduismo, esa
unión final –fusión- con el infinito que pregona no se consigue precisamente
con unas técnicas de respiración, sino que tiene un coste ascético mucho mayor:
“Practicando así un control constante del cuerpo, la mente y las actividades,
el yogui, con la mente regulada, llega al cielo espiritual mediante el cese de
la existencia material” (n.15). Este cese de la existencia material es el
nirvana, algo bastante distinto a ese estado placentero que creen algunos. Sí
que se considera como algo placentero, pero a la vez extático; es decir, que
exige un ejercicio continuo para desprenderse de todo lo sensorial, por
“vaciar” los sentidos, y eso es precisamente el yoga.
Así se entiende otro
versículo del mismo texto: “Se dice que una persona está elevada al yoga
cuando, habiendo renunciado a todos los deseos materiales, ni actúa para
complacer los sentidos, ni se ocupa en actividades fruitivas” (n.4). La idea se
remacha en varias ocasiones, como por ejemplo en este otro versículo: “Cuando
un yogui disciplina sus actividades mentales mediante la práctica del yoga y se
sitúa en la trascendencia, libre de todos los deseos materiales, se dice que él
está bien establecido en el yoga” (n.18). El Bhagavad Gita reconoce que se
trata de un ejercicio muy difícil, pero para quien se queda en el camino sin
conseguirlo tiene un consuelo: tendrá en el futuro reencarnaciones muy
favorables, que le facilitarán poder continuar donde lo ha dejado.
Quien conozca bien la
historia del pensamiento sabrá que el método es inseparable de la sustancia,
por la sencilla razón de que el primero es la vía racional para llegar a la
segunda. Pero, en todo caso, esto tiene poco que ver con el New Age y la vida
fácil que proclama. En algún aspecto, es la antítesis, pues el bienestar que
persigue este último es precisamente aquello de lo que debe desprenderse quien
quiera alcanzar el nirvana.
Lo que ocurre es que
se da una extraña simbiosis entre los dos términos. El movimiento New Age
siempre ha tenido un ojo puesto en Oriente, para sacar de ahí elementos que
concordaban con esa especie de neopaganismo difuso que propugna. El panteísmo
–no muy claro en su conceptuación, como suele suceder con los panteísmos- hindú
se transforma así en culto a la diosa naturaleza, mientras que la meditación
queda convertida en técnica de autoayuda.
A su vez, el
hinduismo, con su sincretismo, su flexibilidad para adoptar elementos extraños
y su facilidad de hacer malabarismos con los términos, se aprovecha de ello
para presentarse como un producto arreligioso coincidente con la moda
intelectual y disfrazar su oferta de acuerdo con ello. Maharishi y Shankar son
buenos ejemplos, pero desde luego no los únicos ni los primeros, ni
probablemente sean los últimos.
Para complicar el
panorama, a esto hay que añadir los rasgos personales de cada grupo u
organización, que casi siempre son un reflejo de la persona que lo ha creado.
Un mercado tan suculento en el que se ha convertido todo lo que suena a técnica
fácil de autoayuda es muy tentador, tanto en Occidente como en Oriente, y no
debe extrañar por tanto que proliferen charlatanes, farsantes y vendedores de
“elixires” milagrosos. En la India más de uno señala a Ravi Shankar como
vendedor de “jarabe de yoga”, lo que puede ser un etiquetado bastante bueno.
Desde luego, lo que se ve muestra más a un actor que a un profundo meditante o
un asceta que recorre la senda señalada por la literatura védica.
El secreto de Ravi
Shankar
¿Cuál es el secreto
del éxito de Shankar, si es que hay alguno? En realidad, está a la vista.
Preguntado por Maharishi a la muerte de éste, Shankar se limitó a decir, un
tanto misteriosamente, que había perdido realismo. ¿Qué quería decir? Maharishi
había querido conducir a todo el mundo, sin que en un principio fueran
conscientes de ello, por su senda yóguica, y soñaba con una “conciencia
cósmica” que armonizara el mundo. Pero no parecía querer darse cuenta del todo
que la inmensa mayoría de los que acudían a sus cursos de MT no querían eso, y
el conflicto surgía cuando se enteraban de a dónde los quería llevar.
El realismo de
Shankar es que se limita a dar lo que buscan. Y lo que buscan es una técnica de
relajación para sentirse bien. El yoga no es eso, pero indudablemente incluye
eso. Sólo unos pocos –y más en la India, lógicamente- quieren algo más, y
Shankar también se lo da, lo viva él o no. Para él, es una necesidad: su
organización necesita un “núcleo duro” si quiere mantener una respetabilidad,
especialmente en su propia tierra.
Por lo demás, ¿cuál
es el efecto de sus cursillos? En un mundo de prisas, que parece haber
adquirido un aborrecimiento al silencio y a meditar, un rato de ello tiene
necesariamente que sentar bien. Lo que sucede es que la gente suele intuir que
en el silencio y el ambiente de reflexión surgen cuestiones muy
comprometedoras, sobre todo acerca del sentido mismo de la vida. Por eso lo
rehúyen. Y Shankar tiene éxito porque lo ofrece eludiendo todo compromiso: es
sólo una técnica.
Pero, a la vez, no
deja de ser un sucedáneo, y ocurre como con todo sucedáneo: da el pego en un
principio, pero no tarda en revelarse como una falsificación. Lo que imparte AV
viene así a ser como una pastilla o un sedante: tiene un efecto inmediato
positivo, pero efímero. Al poco se pone de manifiesto que es un parche, no una
solución. ¿Engaña Shankar? Quizás sí, pero a quienes buscan ser engañados, a
quienes van en busca de la receta mágica en vez de encarar sus problemas y las
auténticas soluciones a los mismos. Sri Sri Ravi Shankar lo que da es,
efectivamente, “jarabe de yoga”.
(Articulo escrito por :Julio de la Vega-Hazas Ramírez, , doctor en
Teología y licenciado en Derecho, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio
de las Sectas (RIES)
El Arte de Vivir: Una secta que crece
El yoga y la meditación son herramientas maravillosas que contribuyen a mejorar la calidad de vida.
Sus beneficios son importantísimos ya que permiten lograr un equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu.
Con la práctica obtenés una mayor resistencia física, mejorás tu concentración y creatividad y en general permite que te muevas por la vida mucho más despierto y relajado; algo que viene muy bien en el mundo caótico que vivimos.
Lo escribo con conocimiento de causa porque incorporé ambas herramientas en mi propia vida y experimenté todas estas cosas.
Reitero, son disciplinas que realmente mejoran tu calidad de vida en muchísimos aspectos y no es broma.
Sin embargo, hay un pequeño problema.
Cuando te decidís a iniciar la práctica de estas actividades tenés que tener muchísimo cuidado donde te metés porque hay mucha gente pirada dando vueltas que no hace otra cosa que aprovecharse de la buena fé de los alumnos, además de su dinero y lo que es más importante todavía, de su energía.
Un lugar del que recomiendo mantenerse totalmente alejado es la Fundación El Arte de Vivir, que de manera muy astuta en los últimos tiempos logró infiltrarse muy bien los medios de comunicación.
MÁS INFORMACIÓN sobre este articulo en:ESTE ENLACE
INVESTIGACION SOBRE EL ARTE DE VIVIR
¿Qué es una secta?
Basado en la
experiencia de la Miviludes-Francia,(Comisión Interministerial sobre las Derivas Sectarias) que recibe unos 2.000 informes por año, la deriva
sectaria se puede definir como sigue:
Aberraciones
sectarias
Es una perversión de
la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión que viola las políticas
públicas, leyes o reglamentos, derechos, seguridad o integridad. Se caracteriza
por la aplicación, por un grupo organizado o una sola persona,
independientemente de su naturaleza o de la actividad, la presión o técnicas
destinadas a crear, mantener u operar en un estado individual de sometimiento
psicológico o físico, privar a una parte de su propia voluntad, con
consecuencias perjudiciales para el medio ambiente del individuo o la sociedad.
La millonaria industria del gurú indio Sri Sri Ravi Shankar
Reproducimos el artículo publicado por RupaJha en la BBC con el título “La millonaria industria de los gurús”. “¿Lo puedo abrazar?”, pregunta Shruti, una niña de Delhi, que estaba desesperada por tener una audiencia con su gurú. Pero la gran multitud, de varios miles de devotos, impidió que lo pudiera alcanzar. Se la veía ansiosa por lograr al menos poder ver de lejos al hombre por el que había viajado desde tan lejos. Shruti es una de los muchos devotos de Sri Sri Ravi Shankar, uno de los líderes espirituales más populares de la India moderna.
Y no es sólo popular en casa: tiene una presencia en más de 150 países en todo el mundo y sus seguidores se cuentan en millones. Por lo que más se le conoce es por lo que él llama su “programa Arte de vivir”, diseñado para “aliviar la angustia urbana” por la vía de la meditación.
Meditación y lentejas
Meditación y lentejas
Los líderes espirituales no son algo nuevo en India, donde los hay más per cápita que en cualquier otra nación. Lo que ha cambiado recientemente, sin embargo, es que ya no se trata de un conjunto de creencias o de fe personal; es también una industria boyante, cuyo valor se estima en millones de dólares. Hoy en día, además, hay innumerables empresas derivadas de estos gurús -desde música en CDs y videos, hasta turismo y canales de televisión, pasando por portales espirituales que le permiten a los seguidores presentarles sus respetos a sus dioses por internet.
El cuartel del imperio de Sri Sri Ravi Shankar ocupa un imponente terreno que se extiende por más de 40 hectáreas en la sureña ciudad india de Bangalore. Hay un suntuoso ashram (lugar de meditación y enseñanza hinduista), numerosos “centros de recursos” y una escuela para el estudio de Vedas, los cuatro textos que fueron la base de la desaparecida religión védica, previa al hinduismo. También cuenta con una enorme cocina que alimenta a 5.000 devotos todos los días.
Llenando el vacío
Llenando el vacío
Paseando por el complejo, llama la atención la gran variedad y gama de mercancías que se han desarrollado a partir del gurú. No se limita a discos y libros; productos como cremas bronceadoras, champú y medicinas también están a la venta. El profesor Dipankar Gupta ha estado explorando esta tendencia en la que la religión y espiritualidad se transforma en una industria multimillonaria que, en algunos casos, convierte a los gurús en megarricos.
Sri Sri Ravi Shankar, por ejemplo, está en el puesto 8 de la lista de Forbes de los líderes más importantes de India. Gupta cree que una de las razones por las cuales estos gurús tienen tanta influencia es que llenan un vacío que deja el Estado. Muchos proveen seguridad social, educación y salud a la gente que de otra manera virtualmente no tiene acceso a esos servicios.
Cómodamente espirituales
Cómodamente espirituales
Lo que le preocupa a Gupta es que “algunos de estos gurús viven esplendorosamente”. Desde su punto de vista, “eso no conjuga con su persona espiritual”. ¿Qué siente Sri Sri Ravi Shankar respecto al dinero habiendo asumido tal posición en algo tan espiritual?, le pregunto. “La espiritualidad no tiene precio, sin embargo se hacen ciertos cargos para costear los gastos del programa y no hay nada malo en eso”, declara, en conversación con la BBC.
No obstante, la cantidad de dinero supera el mero costo de los gastos, le señalo, y me responde poéticamente: “La fastuosidad es contraria a la espiritualidad, pero la comodidad, no. La austeridad no tiene que implicar sufrimiento. Uno no tiene que vivir en una choza con goteras, con frío y sólo una cobija. Eso no es señal de espiritualidad. Cuando hace calor no tienes que estar bajo el sol para ser espiritual… ¡puedes tener aire acondicionado, sin problema!”.
Buen negocio
Buen negocio
Los miles de devotos no parecen percibir las aparentes contradicciones mientras bailan al aire abierto, meditan con su gurú y se alimentan del arroz y las lentejas que les sirven en la cocina de su líder espiritual. Todos parecen sentir que la transacción sale a cuenta. Entre tanto, Nitish Kashyap, un joven estudiante que acudió al centro en busca de respuestas a sus preguntas, volvió desilusionado.
“En el ambiente del campamento es fácil sentirse relajado pero apenas volví a la vida real, me di cuenta de que nada había cambiado… fue un desperdicio de dinero”. Pero Nitish parece estar en la minoría. Cualquiera que sea su valor espiritual, el buen marketing y la publicidad le han ayudado a estos gurús a ser poderosos en la India contemporánea y sus congregaciones los aúpan.
EL ARTE DE VIVIR Y LOS FANTASMAS EN LA MENTE
El mundo no necesita que seamos
todos iguales, el alma no tiene uniforme, el alma no es creada por un Gurú, un Santo, una
Fundación… simplemente somos y es lo que debemos asumir para salir del hueco
oculto llamado secta.
Afortunadamente, no todos los seres del universo pertenecen
Al Arte de Vivir ni son personas que te quieren reclutar en un submundo. Existen
amigos de tu corazón, de la verdadera luz que realmente te ayudarán a salir de
ahí, existe la noche pero también existe el sol y los hermosos días. No lo
olvides.